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PRIMERA ESTACIÓN

JESÚS ES CONDENADO A MUERTE

Te adoramos oh Cristo y te bendecimos

Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo

 

Por tercera vez les dijo [Pilato]: «Pues ¿qué mal ha hecho este? No he encontrado en él ninguna culpa que merezca la muerte. Así que le daré un escarmiento y lo soltaré». Pero ellos se le echaban encima, pidiendo a gritos que lo crucificara; e iba creciendo su griterío. Pilato entonces sentenció que se realizara lo que pedían: soltó al que le reclamaban (al que había metido en la cárcel por revuelta y homicidio), y a Jesús se lo entregó a su voluntad

 

(Lc 23,22-25).

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Meditación

 

Te veo, Jesús, delante del Gobernador, que por tres veces intenta enfrentarse a la voluntad del pueblo, y al final elige no elegir; delante de la masa de gente, que es consultada por tres veces y siempre decide contra ti. La muchedumbre, es decir, todos y ninguno. El hombre pierde su propia personalidad escondido en la masa; es una voz entre otras mil voces. Antes de negarte, se niega a sí mismo, diluyendo la propia personalidad en aquella fluctuante multitud sin rostro. Y, sin embargo, es responsable. Es el hombre quien te condena, engañado por los agitadores, por el mal que se propaga con voz mentirosa y ensordecedora.

 

Hoy nos horroriza esa injusticia y nos gustaría distanciarnos de ella. Pero al hacerlo, nos olvidamos de todas las veces en que también nosotros hemos decidido salvar a Barrabás en vez de a ti. Cuando nuestro oído se ensordeció a la llamada del bien, cuando hemos preferido no ver la injusticia ante nosotros.

 

En esa plaza abarrotada, habría sido suficiente que un corazón solo hubiera dudado, con que una sola voz se hubiera alzado contra las mil voces del mal. Recordemos esa plaza y ese error cada vez que la vida nos pone ante una elección. Dejemos que nuestros corazones duden y hagamos que nuestra voz se alce.

 

Oración

 

Te pido, Señor, que veles por nuestras decisiones:

ilumínalas con tu luz,

cultiva en nosotros la semilla de una duda.

Sólo el mal no duda nunca.

Los árboles que hunden sus raíces en la tierra,

si están regados por el mal, se marchitan,

pero tú has puesto nuestras raíces en el Cielo

y las ramas sobre la tierra para reconocerte y seguirte. 

 

Padre nuestro…

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