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DÉCIMO CUARTA ESTACIÓN

Jesús es puesto en el sepulcro

 

Te adoramos oh Cristo y te bendecimos

Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo

 

Había un huerto en el sitio donde lo crucificaron, y en el huerto, un sepulcro nuevo donde nadie había sido enterrado todavía. Y como para los judíos era el día de la Preparación, y el sepulcro estaba cerca, pusieron allí a Jesús

 

(Jn 19,41-42).

Meditación

No te veo ya, Jesús, ahora está oscuro. Caen sombras alargadas desde las colinas, y las lámparas del Shabbat inundan Jerusalén, fuera de las casas y en las habitaciones. Golpean las puertas del cielo, cerrado e impenetrable. ¿Para quién es tanta soledad? ¿Quién puede dormir en una noche así? Resuenan en la ciudad el llanto de los niños, los cantos de las madres, las rondas de los soldados. Muere el día, y solo tú te has dormido. ¿Duermes? ¿Y cuál es tu lecho? ¿Qué manta te oculta del mundo?

 

José de Arimatea ha seguido tus pasos desde lejos, y ahora sin hacer rumor te acompaña en el sueño, te quita de las miradas de los indignados y los malvados. Una sábana envuelve tu frío, seca la sangre y el sudor y las lágrimas. De la cruz desciendes, con ligereza, José te lleva sobre las espaldas, pero eres ligero: no cargas el peso de la muerte, ni del odio, ni del rencor. Duermes como cuando te envolvieron en la cálida paja y otro José te tenía en brazos. Igual que entonces no había lugar para ti, tampoco ahora tienes dónde reclinar la cabeza; pero en el Calvario, en la dura cerviz del mundo, crece ahí un jardín donde nadie ha sido sepultado aún.

 

¿A dónde te has ido, Jesús? ¿A dónde has descendido, si no es a lo más profundo? ¿A dónde, si no es a ese lugar todavía intacto, a la cámara más angosta? Estás atrapado en nuestros mismos lazos, en nuestra misma tristeza estás encerrado. Has caminado como nosotros sobre la tierra, y ahora, bajo tierra, como nosotros, encuentras espacio.

 

Querría correr lejos, pero tú estás dentro de mí; no debo salir a buscarte, porque tú llamas a mi puerta.

 

Oración

 

Te rezo a ti, Señor, que no te has manifestado en la gloria

sino en el silencio de una noche oscura.

Tú que no miras la superficie, sino que ves en lo secreto

y entras en lo más profundo,

desde lo hondo escucha nuestra voz:

que podamos, los que estamos cansados, descansar en ti,

reconocer en ti nuestro origen,

ver en el amor de tu rostro dormido

nuestra belleza perdida.

 

Padre Nuestro…

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